La Fundación Escuela de Solidaridad es un proyecto que surge de las inquietudes juveniles de Ignacio Pereda Pérez, un joven estudiante de derecho y Scout cordobés. A través de esta entrevista a Ignacio, queremos contarles la historia de nuestra Fundación, donde haremos un recorrido sobre algunas experiencias que han influido en su creación.

 

Mi juventud fue la vida de un joven que lo tenía todo y lo disfrute muchísimo. Yo era Scout, era Scout de los novatos, y en una excursión que hicimos en las Sierras de Córdoba quedé con los padres de los novatos para que vayan a la excursión, entonces, al quedar con los padres, hubo un novato que no venía; ese día lo fui a buscar a la casa y me encontré que estaba el padre bajo los efectos de las drogas y la madre estaba alcoholizada, y los niños les costaba entrar en la casa, se querían quedar conmigo. Solo al final de ese día entonces, caminando para la casa de mis padres, me di cuenta que aquello me impactó mucho, me impactó de forma importante, entonces pensé porque no hacer un proyecto dónde realmente la familia no tiene que ser la biológica solamente, sino que sea un poco la propuesta que hace Jesús de Nazaret, esa familia donde los miembros no tienen por qué ser miembros biológicos sino pueden estar unidos por el amor y el respeto.

 

 

En relación a tu experiencia universitaria, ¿Cómo influyó en lo que haces actualmente?

 

Estando en quinto año de derecho, era delegado del curso y realizamos una asamblea que implicaba una votación para el examen de derecho penal, entonces entró un compañero, pero no se quedó en la asamblea, a los 10 minutos se fue. Al día siguiente, en la clase, le pregunté “oye, Pedro Pablo, ¿Por qué te has ido de la Asamblea?” Entonces él ya me cuenta que vivía con seis chavales de protección de menores en un piso en la calle de la Judería en Córdoba y entonces, ese mismo día, a las 5 de la tarde quedé con él para ir a visitar la vivienda: era un piso grandísimo y había muchos chavales muy pequeños, todos bajo la figura de protección de menores; él vivía con ellos y también había una mujer, una compañera mayor, que la ayudaba y tal. Bueno, esta experiencia me impactó muchísimo también. (…) Esa fue como mi primera experiencia de voluntarios, ya que ahí pasé un verano entero con ellos. El 14 de septiembre de 1985 me fui a vivir a ese piso con ellos.

 

 

¿Fue como un antes y un después en tu vida?

 

Era algo impresionante lo que me ocurría con esta experiencia, tenía mucha más fuerza que mi propia mente, era algo que necesitaba hacer y que me gustaba muchísimo. Esta etapa fue muy difícil porque le conté a mi padre y a mi madre de que me iba a vivir con otros niños, en una casa con menores y mi padre lo entendió, lo aceptó, pero mi madre no lo aceptó. Casi que estuvo un año sin hablarme y le costó muchísimo aceptarlo, yo tenía en ese momento 22 años. Mi madre luego lo aceptó, y ahora es una de las mejores defensoras de este proyecto que tenemos en el momento.

En 1986, en septiembre, ya me vine a la calle Arabial, en Granada. De hecho, una de las casas de la Fundación actualmente tiene ese nombre porque ahí es donde inicie mi proyecto de vida. Fueron 11 años viviendo en la calle Arabial, imagínate la cantidad de chavales que fueron pasando por ahí.

 

 

¿Cuál fue tu primera experiencia de acoger a migrantes en situación de vulnerabilidad?

 

Yo estando ahí en la calle Arabial, recibía menores de protección que me enviaban de la Junta de Andalucía, a partir de un convenio, tenía una cantidad económica subvencionable para cada menor que eran de 6 pesetas. Eso era muy poco, 3€ o 4€ en ese momento aproximadamente. Para ver cómo ha evolucionado hasta el día de hoy, un día la Guardia Civil encuentra a tres chavales caminando por la autovía a la altura de Loja. Eran niños de 12 y 13 años, los encontró la Guardia Civil caminando descalzos de madrugada. Entonces me los traen a las 3 de la mañana, ahí a la calle Arabial en Granada y yo los acojo.

Ahí es dónde empiezo con todo el trayecto; quiero decir, desde los 22 años acojo menores migrantes. Yo desde el principio siempre he acogido migrantes, te hablo de marroquíes en su mayoría, pero también subsaharianos. 

 

 

¿En qué momento nace  Hogar «El Bosque»?

 

El Bosque nace porque estos chicos que yo acogía, que fueron creciendo y cuando llegan a los 18 años, protección de menores exige que se marchen; lo que hago es acogerlos, no echarlos y al no echarlos fuera y solo tener 8 plazas, se empiezan a acumular personas. Y bueno, ahí ya creamos un proyecto mucho más grande. Ahí es cuando yo creo la Fundación, y en ese momento no he recibido apoyo de la Junta de Andalucía. Tuvimos un acuerdo con la Fiscalía de Menores, un permiso que nos permitió continuar con el proceso.

Entonces la Fundación Hogar el Bosque, le ponemos ese nombre porque de alguna forma el bosque entra todo. Pasamos de ser solo un proyecto de menores a hacer un proyecto de todos; trabajamos con adultos, con madre con hijos, con menores, etc. Existía una fundación, que se llamaba Asociación El Bosque y pidió que por favor el nombre deberíamos cambiarlo porque ya existía, entonces ahí donde pasamos a Fundación Escuela de Solidaridad. El 4 de noviembre de 1997 se crea la FES.

Nace estando en La Zubia y luego surge La Resinera, surgen muchos proyectos que nos llevan donde estamos ahora en Sierra Elvira. Es la continuación de otros proyectos, que se fueron abriendo, es decir, fueron proyectos que fueron avanzando y creamos.

 

 

¿Cómo has logrado sostener en el tiempo económica y materialmente este proyecto?

 

Piensa que no me conocía a mucha gente y en ese momento no recibí ni un euro durante meses, lo que te lleva a buscar dinero a lo desesperado. En esos principios hubo momentos muy difíciles, es que he llegado a llorar mucho por las noches por la impotencia de no saber de dónde obtener el dinero, de cómo hacer, pero cada día traía su afán.

De repente un amigo me dejó una furgoneta y con esa furgoneta hicimos portes y con los portes empezamos a vender y la gente empezó a confiar en nosotros y empezamos a juntar un dinerillo. Después empezamos a vender cosas en los mercadillos, de a poco, también gente que ha empezado a donar lo suyo, pero muy poco.

Ha sido muy bonito y muy duro también, pero esto es una aventura, toda una aventura.

 

 

La Fundación comenzó acogiendo a algunos residentes, siempre pensándose como un proyecto a largo plazo, donde se pueda concebir una comunidad. 

 

Al principio éramos 18 en la calle Almenillas, 8 menores y 10 mayores de edad. Con ellos empezamos, en la Zubia, el proyecto de la Fundación, se ponen manos a la obra junto conmigo porque solo no podía; decíamos, «alquilamos esta casa, pero si queremos salir adelante tenemos que ponernos todos manos a la obra porque no vamos a recibir ni un euro de protección de menores y necesitamos salir adelante». Esa filosofía género un efecto contagio, un aspecto motivacional muy importante.

En este momento (octubre 2022) acogemos a 130 personas aproximadamente, todo el tiempo se está recibiendo personas, todo el tiempo.

Inicios de la FES en Sierra Elvira

 

 

También hablamos de como esas motivaciones iniciales, que llevaron a creer en este proyecto, perduran en el tiempo; y como los objetivos se van cumpliendo….

 

Hay muchos objetivos que se consiguen y hay muchos que no. Es verdad que estamos hablando de un número de población muy alto y eso hace que el objetivo sea más largo, más ambicioso, más difícil. Capaz que lleve toda nuestra vida lograr los objetivos, en muchos casos se están consiguiendo, como por ejemplo conseguir trabajo; pero hay otros que se hacen más difíciles, pero la Fundación acompaña constantemente para que se logren.  

 

Para entender la Fundación actualmente, indagamos sobre la organización y estructura de funcionamiento para llevar a cabo las diversas metas. ¿Cómo comienza a organizarse la Fundación como la conocemos actualmente?

 

Siempre decimos que la Fundación comienza a organizarse a partir de tres chicos de Valladolid que se quedaron con nosotros, ahí cuando empieza a crearse un poco ese espíritu de comunidad. Y en ese entonces estaba yo solo, con la gente acogida y sobreviviendo porque bueno vivíamos el día a día, pero no había esa idea de comunidad. Dentro de este proceso también fue importante cuando ha llegado Dora en el 2011, pues fue un cambio muy importante porque ya empezamos con otras actividades, a funcionar con proyectos europeos, empezamos a acoger personas, grupos que vienen de otras partes de Europa, otros proyectos voluntarios y demás. La economía empieza a ser un poco más fuerte, más llevadera.

Con respecto al mercado de los alimentos, donde recibimos donaciones de grandes supermercados, ha sido muy reciente, todo muy reciente. Antes era mucho más complicado conseguir alimentos, conseguir comida, era un dolor de cabeza de todos los días. 

 

 

¿Sentis que la Fundación puede continuar por mucho tiempo más independientemente de ti? Y por otro lado, en estos años ¿Has podido cumplir con todos los deseos, todos los objetivos, los valores que tenías al comienzo? ¿Te sentís orgulloso de lo que se ha logrado?

 

Con respecto a la primera pregunta, por supuesto que no soy para nada indispensable en la Fundación. Se puede y tiene que continuar y continuar. Si es bueno y es necesario un liderazgo que sostenga esta experiencia.

Yo también me siento muy feliz con lo que ya hay; para mí es muy importante que sea algo pequeño, algo familiar, pero no quiero decir con eso que no haya que seguir haciendo cosas sino que todo lo que se vaya construyendo y todo lo que sea para ir complementando el proyecto y creciendo con otros residentes fijos en 120, 130, 140 personas es muy positivo. Las personas que se van pero que sirvieron a la Fundación, espero que sigan ayudándola por fuera. Eso sería cómo lo ideal para mí. Sería como mi sueño en este momento. De personas que ayudan en la Fundación por fuera, que deciden vivir en Sierra Elvira para estar cerca de la Fundación y ayudar. Eso creo que sería algo muy lindo y que creo que voy a tener tiempo para verlo.

Pero ahora van emergiendo otros objetivos, con la gente, necesitamos que se lleven bien, que la gente tenga respeto, que haya solidaridad, que se quieran, que haya un ambiente fraternal, que sepan construir la famosa comunidad. Es un trabajo de todos los días, es un trabajo que va a durar siempre, pero qué bonito apostar por eso, es muy bonito.

La FES en la actualidad

 

 

Para finalizar, estaría bueno complementar y aclarar que hoy en día en el año 2022 existen talleres de múltiples oficios, varios proyectos y cursos. ¿Nos puedes contar un poco más de todos los proyectos, talleres y cursos que existen en este momento en la Fundación?

 

En la Fundación tiene como un proyecto estrella que se llama mejor con mamá, después mejor ocupado y mejor formado. Dentro del mejor ocupado, es fundamental que cada año se vayan abriendo nuevos talleres; por ejemplo, este año el taller de costura que ha tenido mucho éxito. Estas cosas años anteriores no estaban, cada año se van abriendo nuevos talleres porque lo ideal es que todas las personas puedan estar introducidas en algún taller ocupacional y que permita lograr una integración al mercado de trabajo, que se vayan formando. Por ejemplo, el taller de mermeladas, donde la gente puede hacer y aprender a hacer mermeladas, el taller de carpintería, el taller de huertos, etc.

 

Todas las personas están invitadas a participar del proyecto, a ser voluntarias, a venir si quieren, a quedarse a conocer a los y las residentes. Agradecer también a las personas que forman parte del proyecto, uno de los pilares más importantes de nuestro espacio.

Que la gente pueda venir a vivir experiencias es lo que nos ayuda a sostener el proyecto, la mejor publicidad, así que muchísimas gracias.